La Devoradora




Microrelato para el reto ¡Yo escribo! de Eleazar



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    —¡Id hacia la luz! —exclamó una voz por encima del resto— ¡Es la hora!
    Todos se agruparon en torno a ella, dispuestos a recibir su calor tras la larga oscuridad. Eran libres, por fin. Habían conseguido recordar sus nombres, y también lo que una vez fueron. Habían permanecido sometidos a las sombras, pero ya no. El portal estaba abierto, y eran libres.
    El viento se arremolinaba entre los árboles que se inclinaban sobre ellos. Retorcidos, señalándolos con las hirsutas ramas que se sacudían con envidia al verlos pasar por su lado. Encendidos de dolor, llenos ira, como todo en aquel opresivo y horrible lugar.
    Y el columpio, el trono desde el que los contemplaba, vacío. Habían recordado, pero tardarían en olvidar su hermosa voz que, cantando, los mantenía cautivos. La Devoradora había muerto y el portal estaba abierto.

    Se apiñaron frente a la luz mientras se miraban, esperando a que tan solo uno, el primero, se decidiese a atravesarla. En ese momento los demás lo seguirían, seguros de que hacían lo correcto. Pero nadie tomó la iniciativa.
    —Deprisa —dijo alguien—. Deprisa o se cerrará de nuevo.
    Los rostros felices y llenos de esperanza se fueron apagando.
    —Brilla demasiado… —susurró uno cubriéndose los ojos con el dorso de la mano.
    —¿Y qué haremos allí, si cruzamos? ¿Qué suerte nos deparará el otro lado? —preguntó otro dando un paso atrás.
    Pero nadie sabía las respuestas a esas preguntas, así que permanecieron de pie, mirando el resplandor con tristeza, consumidos por el lóbrego entorno. Hasta que la puerta se cerró y la oscuridad los envolvió otra vez.