4



       26 de julio, 2013


       Hoy he soñado que una bestia con dos caras acudía a mi cama. Una bestia con dos caras que conozco bien. Me poseía, no solo de una forma física. Me degradaba. Tomaba lo poco que queda de mí, arrancándomelo por la fuerza.
       Y me asustaba.
       No porque la bestia me diese miedo.
       Me asustaba porque yo la deseaba. Necesitaba de todo lo que me hacía, y de lo que me obligaba a hacerle a ella.
       Porque sé que lo merezco.

       Al despertar aún podía olerla en mi piel.


       Una tormenta ha descargado esta tarde. Antes de que se abriese el cielo era casi negro, como cuando anochece. Parecía a punto de ceder, de rasgarse y arrasarlo todo. Un cielo preñado, de vientre hinchado allí dónde las nubes se arremolinaban moviéndose deprisa, arañándolo, como un presagio. Dispuesto a devorar cualquier cosa que encontrase a su paso.
       Y yo, miro por la ventana.



Capítulo siguiente